Diez años después, su agencia de viajes comercializaba más de 150.000 billetes para acudir a la Gran Exposición de Londres bajo una novedosa política de precios que incluía el transporte, la comida y el alojamiento, por cinco módicos chelines.
Cuatro años más tarde, ofrecía servicio internacional para acudir a la Exposición de París, añadiendo a su oferta “all included” el servicio de guías e intérpretes y, unos pagarés para el alojamiento que acabaron transformándose en los modernos bonos de hotel y cheques de viajes.
En 1865 su hijo ya había cruzado el Atlántico para concertar con operadores locales visitas guiadas por los campos de batalla de la guerra de Secesión. Pronto llegó, el primer billete around the world por sólo 200 guineas.
La pregunta del millón es: ¿Qué ha pasado para que en la actualidad la encontremos en http://www.thomascook.com/, como una agencia on line más con una oferta indiferenciada de viajes de placer?.
Si crear marcas es crear mercados, ¿por qué Thomas Cook no representa en la actualidad un estandarte dentro del sector turismo, referente en la forma de hacer, crear y comercializar destinos?.
El análisis no es sencillo, si bien no cabe duda que Thomas Cook representa la figura del visionario emprendedor que identifica oportunidades donde pocos las perciben y demuestra tener la capacidad de amortizarlas con decisión e imaginación. Por el contrario, también puede aproximarse al estereotipo de líder carismático incapaz de consolidar los cimientos empresariales, de transmitir a sus descendientes la cultura que respaldó su modelo de éxito, y de hacer rodar la maquinaria sin su omnipresencia.
Seguramente, sus predecesores no tuvieron la destreza de saber adecuar el modelo de negocio a los nuevos tiempos, y seguir haciendo de la anticipación y la innovación una forma de hacer empresa.
Vía: Infonomía
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